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VIVIR CON DEPRESIÓN: CARAS VEMOS, CORAZONES NO SABEMOS


Al igual que para muchos, la muerte reciente de Anthony Bourdain, Kate Spade e Ines Zorreguieta, la hermana de la reina Máxima de Holanda, ha sido una gran sorpresa. El mundo entero se pregunta cómo estos seres, quienes aparentemente “lo tenían todo” para ser feliz, deciden un día que ya no pueden seguir soportando su pesada cruz y toman la única salida que, estoy segura de que en aquel momento de desesperación, tristeza y desolación, sintieron que era la más adecuada para acabar de una vez por todas con su sufrimiento.

Sé que no hay forma de expresarlo con palabras. Nadie parece entenderte, lo que hace aún más frustrante tu existencia. Es como una sombra que te acompaña a donde quiera que vayas y de la cual no sabes cómo deshacerte. Es como transitar por un túnel que pareciera no tener salida.

Una pregunta que siempre ronda en mi mente en estos casos, es si quienes hacían vida con estas personas sabrían lo que realmente estaban atravesando ─no solo lo que ellos pudiesen contar─, y que quizás a pesar de todos sus esfuerzos, no pudieron ayudarlo.

Y es que convivir con una persona que sufre un trastorno mental, del tipo que sea, no es tarea fácil, eso también lo sé. Los depresivos estamos tan sumergidos en nuestro dolor que nos es difícil darnos cuenta de que esta enfermedad que sufrimos en silencio también se está robando la tranquilidad, las alegrías y la vida de nuestras familias. Equivocadamente, creemos que la enfermedad solo nos afecta a nosotros, que nadie entiende nuestro sufrimiento y por lo tanto, sin querer, bloqueamos todo intento de ayuda que nuestros seres queridos quieran brindarnos.

Por otro lado, sé que puede ser doloroso, aterrador, confuso y hasta frustrante querer ayudar a un ser querido y no saber cómo, o sentir que él o ella no aceptan nuestra ayuda mientras pareciera hundirse en su depresión cada día más y más. Sin embargo, si queremos a esa persona y deseamos con todo nuestro corazón que vuelva a ser como era antes, debemos hacer el esfuerzo por entender que su comportamiento a veces paranoico, errático y en ocasiones hasta agresivo es un grito desesperado de su alma clamando por ayuda. Que no es el ser que amamos quien habla, es la enfermedad que se expresa a través de él.

Si tienes alguien cercano a ti transitando por una depresión, te recomiendo lo siguiente:

  • No subestimes lo que siente ni le recrimines su actitud y falta de optimismo ante la vida. Lo menos que esa persona necesita es un juez que la recrimine, ya tiene suficiente con su propio sentimiento de culpa.

  • Ten presente que nadie elige de manera consciente sufrir. Por el contrario, recomiéndale que busque ayuda médica. No hay diferencia entre sufrir de diabetes, de hipertensión o de depresión, todas ellas son condiciones médicas que con el debido tratamiento se pueden enfrentar y superar.

  • Aprende sobre la enfermedad. Sin ánimo de convertirte en experto es bueno adquirir algunos conocimientos básicos sobre la depresión que te van a evitar decir cosas que quizás lleven muy buenas intenciones, pero que hacen daño. Es difícil ayudar a alguien si no se entiende por lo que está pasando.

Si en cambio eres tú quien se siente deprimido, te sugiero que busques la ayuda que necesitas y que tengas en consideración lo siguiente:

  • Como dije anteriormente, la depresión es una enfermedad y nadie tiene por qué sentirse culpable o avergonzado por padecerla.

  • No estás solo(a). Según la OMS hay cerca de 350 millones de personas en el mundo que padecen de este trastorno, por lo tanto, no hay razón para sentirse estigmatizado.

  • Entre el 80-90% de las personas que reciben tratamiento salen airosas de esta experiencia, insertándose nuevamente a su vida cotidiana. De aquí la importancia de buscar la ayuda adecuada en el momento oportuno.

  • La depresión no es una debilidad de carácter ni tampoco un castigo divino. Es un desbalance químico de nuestro cerebro que trae como consecuencia perdida del ánimo y apatía por la vida, junto con una serie de síntomas físicos como insomnio, fatiga, problemas de concentración, cambios en el apetito y en el peso, dolores físicos, entre otros. Por consiguiente, nadie tiene por qué sentirse condenado a vivir con esta tristeza permanente.

  • Detrás de esta condición médica pueden estar enmascaradas otras como: deficiencias hormonales, deficiencias de algunos nutrientes, hipotiroidismo y otros más.

  • Hazle saber a tus seres queridos cómo te sientes y recuerda que aunque de manera consciente no hemos elegido padecer esta enfermedad ni somos culpables por ello, somos responsables de elegir, aquí y ahora, buscar la ayuda necesaria para salir de ese túnel en el cual nos encontramos.

No dejemos que la depresión nos mantenga cautivos bajo sus garras. Elijamos la vida y entreguémonos a vivirla en cuerpo y alma, aquí en el momento presente. Busquemos ese lugar sagrado que yace en nuestro corazón y del cual proviene la luz, la fuerza y el amor que necesitamos para aferrarnos a la vida.

Oremos por estos seres maravillosos, para que donde quiera que sus almas estén, encuentren la paz que no pudieron hallar en este plano.

¡Nos encontramos en el próximo post!


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