CINCO RAZONES QUE PREDISPONEN A LOS JÓVENES A CAER EN DEPRESIÓN
Basado en el artículo de Therese Borchard: 8 Surprising Reasons Young People May Get Depression
¡Las estadísticas son alarmantes! La OMS informó el año pasado que la depresión es la causa predominante de enfermedad y discapacidad en niños y niñas desde los 10 hasta los 19 años de edad. Recientes estudios han demostrado que aproximadamente una cuarta parte de los niños y adolescentes experimentaron un trastorno mental durante el pasado año, y aproximadamente una tercera parte a lo largo de sus vidas.
Si bien nuestros genes nos predisponen, ha surgido una nueva ciencia llamada epigenética (que significa "arriba" o "fuera" de la genética), cuya premisa es el estudio de las variaciones celulares que no son causadas por cambios en la secuencia de ADN. Es decir, los cambios en la información genética pueden venir del exterior, lo que implica que variaciones claves en la dieta, la forma de manejar el estrés, la actividad física, todos ellos pueden modificar el genoma humano y se pueden accionar de manera consciente para soportar y proteger nuestra salud.
Si esto es así, coincido con Borchard cuando dice que el legado que le estamos dejando a nuestros jóvenes no es el más idóneo, pues el estilo de vida moderno y los niveles de inconsciencia de la humanidad son, al parecer, un caldo de cultivo para que los genes que están predispuestos a la ansiedad y la depresión estén constantemente encendidos, permitiendo que los trastornos del humor como la depresión sean más fáciles de desarrollarse en los individuos al no tener los mecanismos de protección adecuados para evitar que se disparen.
La buena noticia es que hoy somos un poco más conscientes del impacto que tienen nuestras elecciones, no solo en cada uno de nosotros de manera directa, sino también en el ámbito que nos rodea. Sin embargo, llama la atención y al parecer todavía no hay respuestas certeras de por qué tantas células enfermas se enciendan. A continuación menciono algunas de las teorías de Borchard, las cuales ella ha respaldado con un poco de investigación de su parte.
1. Falta de juego
Jugar le permite al cerebro respirar y formar las neuronas que le ayudan a defenderse de pensamientos intrusivos negativos y de un posible trastorno del humor. En su blog de Psychology Today, Peter Gray, PhD, conecta el aumento de la depresión y la ansiedad en niños y adolescentes con el declive de actividades lúdicas y relajadas en nuestra sociedad. "El juego libre y la exploración", él escribe, "son...el medio por el cual los niños aprenden a resolver sus propios problemas, controlar sus propias vidas, desarrollar sus propios intereses y ser competentes en la búsqueda de sus propios intereses". Lamentablemente, cada día son más los padres que temen dejar jugar a sus hijos libremente por miedo a la inseguridad, entre otras cosas.
2. Cesáreas
Hoy en día, aproximadamente una de cada tres madre da a luz por cesárea en los EE.UU. Eso es 32,8 por ciento, en comparación con una tasa del 4,5 por ciento en 1965. La OMS recomienda que la tasa de cesárea no debe ser mayor de 10 a 15 por ciento pues esta se asocia con altas tasas de complicaciones maternas y neonatales. El campo médico apenas está empezando a reconocer las complicadas consecuencias que los nacimientos por cesárea podrían traer a largo plazo, pero ya existen muchos estudios que demuestran que los bebés que nacen por cesárea tienen un mayor riesgo de desarrollar alergias, asma y diabetes. Sin embargo, un estudio reciente en la Revista de Psicología y Psiquiatría Infantil añade el autismo y el TDAH a la lista. Esto sucede porque los bebés al no pasar por el canal de parto no reciben las exposiciones importantes a los microbios y bacterias vaginales de la madre al nacer que le ayudarán a fortalecer su sistema inmunológico y que también, según recientes estudios, se ha demostrado que influyen en la bioquímica del cerebro.
Según la autora, aún más impacto que la cesárea programada lo tiene una cesárea de emergencia, pues casi siempre implica algún tipo de trauma, como el cordón umbilical enrollado alrededor del cuello. Los bebés que así nacen ya presentan un cuadro de ansiedad y con frecuencia se les debe enseñar cómo calmarse. Borchard, intrigada por este hecho, llevó a cabo su propio estudio entre las madres que conoce, encontrando que aproximadamente el 75 por ciento de los niños con problemas mentales han nacido a través de una cesárea de emergencia.
3. Azúcar
Borchard ha escrito recientemente un artículo llamado “Por qué el azúcar es un veneno para la depresión”, en el cual expresa su total desacuerdo con el alto contenido de dulces y carbohidratos solubles que saturan la dieta de los estadounidenses. Especialmente se muestra alarmada por la presencia, para ella mortal, de productos elaborados con jarabe de maíz de alta fructosa y cómo todos estos alimentos tienen una alta influencia en el estado de ánimo de los chicos.
La autora hace referencia a un estudio del psiquiatra británico Malcolm Peet, a través del cual se encontró una fuerte relación entre el alto consumo de azúcar y la aparición de enfermedades como la depresión y la esquizofrenia. Según este estudio hay al menos dos posibles mecanismos a través de los cuales la ingesta de azúcar refinada podría ejercer un efecto tóxico sobre la salud mental. En primer lugar, el azúcar en realidad suprime la actividad de una hormona de crecimiento clave en el cerebro llamado BDNF. Se ha comprobado que los niveles de dicha hormona son excesivamente bajos en la depresión y la esquizofrenia.
En segundo lugar, el consumo de azúcar desencadena una cascada de reacciones químicas en el organismo que promueven la inflamación crónica. A largo plazo, la inflamación altera el funcionamiento normal del sistema inmunológico, causando estragos en el cerebro. Una vez más, está vinculada a un mayor riesgo de depresión y esquizofrenia.
4. Tiempo de exposición a la pantalla
Los niños y adolescentes actuales, en lugar de divertirse jugando a la pelota o al escondido como lo hacíamos antes, pasan gran parte de su tiempo ensimismados en sus tabletas o teléfonos celulares, chateando o jugando. Un estudio británico de agosto del 2013 encontró que los niños que pasaron más de cuatro horas al día frente a la pantalla del computador o del televisor tenían una autoestima más baja y mayores problemas emocionales, como la ansiedad y la depresión.
La autora comenta que ha habido muchos estudios que demuestran el deterioro en ciertas áreas del cerebro debido a la actividad de la pantalla; anomalías microestructurales en adolescentes que usan sus tabletas, computadoras o teléfonos por más de 20 horas a la semana, un problema si tomamos en cuenta que un estudio publicado en el American Journal of Industrial Medicine encontró que sentarse frente un computador durante cinco horas al día puede aumentar dramáticamente el riesgo de depresión.
Borchard menciona un estudio publicado en el European Journal of Radiology, donde los adictos a los videojuegos mostraron atrofia significativa en partes de la materia gris del cerebro: los lóbulos frontales responsables de las funciones ejecutivas y la ínsula, relacionados con nuestra capacidad para desarrollar la empatía y la compasión por los demás. Igualmente, ella hace mención a la psiquiatra Mary G. Burke quien, después de muchos estudios sobre el impacto de la pantalla de los medios de comunicación en los niños, ha concluido que "los estudios de resonancia magnética funcional durante y después de la exposición a la pantalla revelan patrones de activación pronunciados y específicos", algunos de los cuales, dice la doctora, son similares a los observados en adictos a las drogas.
5. Toxinas
Diariamente estamos expuestos a un sin número de toxinas provenientes de diferentes fuentes. Por ejemplo, la calidad del aire que respiramos es cada día peor. Los alimentos son rociados con pesticidas desagradables. Estamos expuestos a todo tipo de sustancias tóxicas en nuestros productos de limpieza, artículos de higiene, por no hablar del agua que sale del grifo. Borchard cita el libro La Solución UltraMind escrito por Mark Hyman, MD, donde este comparte todo tipo de estudios de casos sobre personas con síntomas de depresión severa y ansiedad que solo necesitaban ser desintoxicados. Él mismo fue envenenado con mercurio después de vivir en Beijing, China, inhalando el carbón crudo utilizado para calentar los hogares allí, comiendo demasiados emparedados de atún, entre otras cosas.