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SUPONER Y REACCIONAR: INGREDIENTES PERFECTOS PARA LA INFELICIDAD


Vivimos constantemente reaccionando ante los comentarios y las acciones que hacen los demás, sin importar si se trata de personas desconocidas, de nuestra pareja o mejor amigo. De igual manera, lo hacemos hacia las circunstancias que nos rodean. Sin darnos cuenta de que tal comportamiento nos carga de energías negativas, dejándonos agotados y estresados al final del día, sin muchas veces saber por qué.

A nuestro ego le es difícil relacionarse con otros egos, por lo tanto siempre estamos calificando o juzgando, por eso reaccionamos, por eso suponemos, lo que en ocasiones destruye amistades, incluso antes de que nazcan.

Cuando rompemos relación con otra persona a menudo se debe a que hemos reaccionado por prestar más atención a nuestras interpretaciones de la realidad, que a la realidad misma. Raramente establecemos un diálogo con el otro para aclarar los posibles malentendidos. Si lo hiciéramos nos daríamos cuenta de que tales interpretaciones de nuestra parte han sido una farsa, han sido eso precisamente: malentendidos. Solo una reacción motivada por nuestra impulsividad y falta de consciencia, por no mostrar un poquito de empatía hacia las necesidades del otro.

Pasamos todo el día en una dinámica constante de acción y reacción. Si me siento herido, reacciono; alguien me dice algo que no me gusta o simplemente no me parece cierto, reacciono; alguien me insulta en el tráfico, reacciono. Pero no nos detenemos a pensar ni por un segundo en el daño que tales reacciones le ocasionan a nuestro organismo, la inarmonía que en ese momento cubre, cual densa capa de contaminación, a nuestro cuerpo energético, destruyendo toda posibilidad de atraer hacia nosotros las cosas buenas de la vida, la felicidad que tanto anhelamos, pues nuestras energías se encuentran totalmente polarizadas y estancadas.

No quiero decir con esto que algunos de los agravios que experimentamos no sean injustos, pues hay personas que andan por ahí con las energías más revueltas que las nuestras, pero estoy convencida de que mantener una actitud profelicidad, lo cual implica no dejar que las energías negativas y la inarmonía de otros me alcance, me enriquece más, y me genera más tranquilidad. Por lo tanto, eso es más importante para mí que demostrar mi superioridad enfrascándome en tener la razón o tratando de convencer a la otra persona de que “obró” mal.

Si queremos realmente que en nuestra vida reine la felicidad y la armonía, debemos desprendernos del hábito de reaccionar ante los “errores” que percibimos en los demás. Suponer, reaccionar, son solo conductas motivadas por nuestros miedos, que para nada se corresponden con nuestra verdadera esencia.

Someternos a estos períodos de tensión es totalmente innecesario. Lo único que logramos es acumular energía mal calificada que no la vemos, por eso no somos consciente de ello, pero que sí pesa, y mucho, en la balanza de la vida. Si somos imprudentes con el uso de nuestra energía en el presente, no solo ponemos en peligro este momento actual, sino también el futuro en el que esperamos vivir.

Permite que las energías positivas entren y fluyan en tu mundo. Al no reaccionar cooperas para que esto suceda, lo que finalmente te liberará de las batallas inútiles que a diario emprendes y del estrés al que te sometes sin ninguna justificación, más que la de complacer a tu ego. Tu actitud de lucha ante la vida se desvanecerá. Será como experimentar el cielo en la tierra. ¡Es magia pura!

Como dijo Buda: “Si un hombre habla o actúa con pensamiento puro, la felicidad le sigue como una sombra que nunca le abandona”.


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