CÓMO DIFERENCIAR UNA TRISTEZA PASAJERA DE UNA DEPRESIÓN
La vida suele ser un constante sube y baja de emociones. En ocasiones pareciera que estamos en una montaña rusa emocional, donde algunas bajadas son más intensas que otras y ni hablar de los tira buzones o vueltas que nos hacen ver el mundo de cabeza, tal cual como muchas veces sentimos que está nuestra vida: “patas pa’arriba”.
Sin embargo a pesar de que muchas veces queremos “huir” de nuestras emociones, cada una de ellas tiene una función definida para hacernos entender que está pasando. Tal es el caso de la tristeza, la cual es una emoción primaria, es decir es una emoción biológica no aprendida, que cumple una función adaptativa, de aquí la importancia de no reprimirla.
La tarea principal de la tristeza es desenchufarnos por un tiempo, para descansar o pensar. Dice el Dr. Walter Riso que es una “parada obligada que nos hace andar en cámara lenta por unos días o algunas pocas semanas, pero nada más. Un "yo-yo" incómodo en la boca del estómago que nos vuelve hipersensibles y propensos al llanto”.
Siempre habrá situaciones en la vida que nos conectan con esta emoción, algunas de las cuales pueden ser especialmente significativas, por lo tanto la tristeza que provenga de ellas puede ser intensa y duradera, confundiéndose incluso en algunos casos con depresión. No obstante a pesar de que la tristeza es un síntoma marcado en una depresión, ambas son diferentes.
La tristeza puede afectar algunas funciones corporales y psicológicas, pero no las acaba. La depresión en cambio no solo disminuye nuestra capacidad física y psicológica, sino que viene acompañada con otros síntomas como: disminución de la atención y concentración, sensación de inutilidad, pérdida de confianza en sí mismo, desesperanza hacia el futuro, pesimismo y en casos de depresión severa, pensamientos de suicidio. Es común que tenga efectos sobre el apetito (comer en exceso o inapetencia), disminución de la vitalidad, cansancio extremo, trastornos del sueño, sexualidad u otras funciones corporales. Estos síntomas pueden variar en intensidad o asociarse a otros dependiendo del tipo de depresión.
Según algunos expertos la tristeza debería ser aceptada como un componente importante de nuestro repertorio emocional, ya que actúa como mecanismo de defensa para obligarnos a preservar energía, pedir ayuda o solucionar un problema. Cuando la tristeza aparece es una invitación para que pensemos/analicemos las cosas no para que huyamos, por lo tanto no debemos temerle. Coincido con Riso cuando dice que resulta mucho más sano darle la bienvenida y escuchar su mensaje; "estás cansado", "necesitas ayuda" o "requieres una solución". Incluso una depresión leve actúa como la alarma de un despertador, advirtiéndonos que ha llegado el momento de concentrarnos en lo más importante, de escuchar nuestra voz interior y reorganizar algunos ámbitos de nuestra vida.
Sin embargo, la tristeza puede convertirse en depresión si la persona se vuelve incapaz de afrontar su cotidianidad o cuando las emociones no son manejadas de forma correcta sino que se reprimen. Cuando la melancolía y el abatimiento se convierten en compañeros constantes sin que haya para ellos un motivo concreto y reconocible, nos encontramos ante una señal de alarma.
Walter Riso señala también algunas diferencias que me gustaría resaltar:
En la depresión siempre hay baja autoestima y desamor personal; en la tristeza, el sujeto sigue queriéndose a sí mismo.
En la depresión hay un claro sentido de autodestrucción; en la tristeza no.
La persona depresiva busca aislamiento y soledad afectiva. La persona triste permanece efectivamente conectada.
En el individuo depresivo, la baja del estado de ánimo afecta todas las áreas de su vida (sexual, social, laboral). En la tristeza, aunque el rendimiento disminuye un poco, el sujeto es capaz de desempeñarse de una manera relativamente aceptable.
Aunque la frase “estoy depre” para denotar que tenemos un bajón de ánimo, suele usarse con mucha ligereza, conviene aclarar que tener un sentimiento de decaimiento no es estar deprimido.
Como dije anteriormente, la tristeza es una emoción pasajera que no debería durar más de dos semanas, a diferencia de la depresión que puede durar meses. En este caso si adicionalmente cumples con algunos de los síntomas que mencioné anteriormente, acude a un profesional antes de “autopsicoanalizarte” y etiquetarte. El no hacerlo te conduce a buscar soluciones inadecuadas, cayendo en el error de confundir la depresión con irritabilidad, ansiedad, aburrimiento, desmotivación, flojera, cansancio o viceversa.
Es muy importante que el profesional al que te acerques considere todos los factores implícitos en tu situación, antes de mandarte al psiquiatra para que te recete un antidepresivo, incluyendo enfermedades físicas y/o fisiológicas como diabetes, hipertiroidismo, problemas hormonales, etc.